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El cielo es lo único que todos, estén donde estén, pueden ver. Y todos lo vieron. Todos, incluidos los armados. Esos que hacen que la guerra siga siendo la constante en Bojayá. Fue un homenaje a los muertos que hace 20 años dejó la explosión de un cilindro bomba que cayó en la iglesia principal, donde los habitantes se refugiaban del fuego cruzado entre guerrilleros de las Farc y paramilitares de las Auc.
En cada globo estaba el nombre de una de las 102 víctimas que dejó la masacre de Bojayá de ese 2 de mayo del 2002 (las pesquisas judiciales hablan de 79 muertos, pero la comunidad reivindica que fue más de un centenar).
En el parque de la memoria, frente a la iglesia de Bellavista Nuevo —el casco urbano que tuvo que construirse tras la masacre, a casi 2 kilómetros de distancia del original— se encontraron familiares de las víctimas y niños, muchos niños, para lanzar esos globos al firmamento.
“Eso es muy especial para uno. Mi mamá y mi hijo murieron en la masacre, y hoy esos globos con sus nombres se fueron al cielo a representarlos”, dice una mujer negra que ronda los 60 años y sigue viviendo en el pueblo pese a que la violencia nunca se ha marchado.
De la mano de la fundación El Hormiguero, la comunidad armó los globos biodegradables, que se consumen completamente por sí solos, y varios aprovecharon para escribirles algunos mensajes antes de que tomaran vuelo.
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Los niños y niñas también elevaron mensajes para que se respete la vida en el municipio.
Foto: Julián Ríos Monroy. EL TIEMPO |
El lugar estaba lleno de niños afro e indígenas, que no son ajenos al dolor que el conflicto ha causado en la región, pese a que no habían nacido para la fecha de la masacre.
(Puede leer: Un centenar de ex-Farc conforma grupo para buscar a personas desaparecidas)
“No más violencia para los jóvenes”, escribió una niña emberá. Este pueblo indígena, que tiene un resguardo en la zona, ha expresado su preocupación porque en el último año se han registrado 50 suicidios entre sus jóvenes, y las autoridades señalan a la falta de oportunidades y el riesgo de victimización y reclutamiento forzado como la principal causa.
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En cada globo estaba el nombre de una de las víctimas que dejó la masacre de Bojayá el 2 de mayo del 2002. |
“En el municipio de Bojayá queremos paz, salud y amor. También quiero respeto y no más violencia en el municipio de Bojayá. Queremos mucha libertad”, escribió un niño afro en otro de los globos.
Esos mismos clamores fueron expresados por líderes sociales bojayaseños y representantes de la iglesia horas antes, ante delegados de la comunidad internacional, la Unidad para las Victimas, la JEP, la Comisión de la Verdad, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas y otras entidades del Estado. Esos mismos clamores que se recogen en una frase: que se acabe la guerra ya y haya un acompañamiento integral del Estado para salir por fin del espiral de violencia y abandono.
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